domingo, 26 de mayo de 2013

after dark

Un sofá, una cafetera, una carretera y una noche. Empecé con fanta de limón y vozka, y luego, Manu me cambió el vozka por más fanta. Todo me parecía normal, hasta que salí afuera y me caí en redondo al suelo de arena y chinas. Entonces todo me empezó a parecer gracioso, grotesco e injusto. Me levantaron y me metieron dentro. Eso fue injusto, así que tiré la cafetera llena de café. Las baldosas se tiñeron de marrón y el olor a café inundó el salón. Comencé a desvariar de una manera absurda y sin sentido. Recuerdo cuatro brazos sujetándome para subir las escaleras hacia la carretera. Gyye y Luis me sentaron en medio del camino, y yo sólo tenía ganas de abrazarles y decirles lo mucho que los quería.

- Háblale tío pa que se le pase el ciego.- Gyye empezó a preguntarme, a rallar ideas en mi cabeza como quien ralla queso en un rallador, y Luis por supuesto, le siguió el juego. Me encontraba mal, confusa y desorientada. Sin más remedio, justo cuando me levantaban, le vomité en la mano a Gyye. Ahí fue cuando perdí todo el encanto según él. Tampoco fue una pota descomunal, pero lo suficiente para que me destituyera de señorita.

Bajé las escaleras de dos en dos con la intención de bañarme en el pantano. No me dejaron, y me pareció injusto, así que me enfadé y quise matar a Luis. De veras, quise matarlo allí mismo. Quise coger un cuchillo, eso no lo recuerdo, pero ellos casi siempre me lo recuerdan. Puede ser verdad o puede ser mentira. Nunca lo sabré.

Decidieron sentarme en una butaca y darme conversación entre todos. Sólo recuerdo un círculo de personas hablando sin parar. Y yo contribuía a esa charla con palabras inventadas como "turbovalencias", y con llantos dedicados a Pokémon y a mi deficiente forma de jugar. Estuvimos así casi toda la noche hasta que poco a poco se fueron todos a dormir.

Gyye y yo nos tumbamos en el sofá-cama del salón, con la luz apagada, mirando al techo, hasta que el gato "Cuqui" empezó a rebuscar en la basura.
- Mike! Gordo! No te comas las patatas- Dije al escuchar el ruido de la bolsa de plástico. No sé porqué asocié el sonido de una bolsa con una bolsa de patatas fritas y las patatas fritas con Mike.
- Gyye, ¿Puedo quitarme los pantalones?
- No, no puedes.
- ¿Por qué no? Jo, déjame quitarme los pantalones que me estoy asando de calor.
- Que no.
- Por fa Gyye...
- Bueno, vale.

A la mañana siguiente, cuando me desperté sin pantalones me asusté, no sabía lo que había pasado. Salí afuera y la novia de Mike me miró enfadada, en realidad, a lo largo de la mañana todos me miraron enfadados. Poco a poco fui recordando lo sucedido, lo que he relatado en estas cuantas lineas, y ellos, implantaron en mi cerebro momentos que quizás no habían sucedido, incrementando así el nivel de exageración, y por lo tanto, aún hoy se sigue recordando. Mi primera gran borrachera.

domingo, 19 de mayo de 2013

Hermanos de sangre

Ayer descubrí una cosa que no sabía. Aquella tarde tres de nosotros utilizamos la misma aguja para tatuarnos. La misma aguja. Primero fue Gyye, después yo, y por último Manu.

No recuerdo el día exacto, pero sé que era septiembre. Estuve apunto de largarme, de irme en el autobús. Incluso cogí mis cosas, me levanté y fui hasta la puerta. Pero miré tras mis pasos y vi a Gyye sentado en el sillón, con esa cara que sólo él sabe poner. esa cara significaba mucho, el tatuaje en sí significaba mucho. No soy una cobarde, queda más que demostrado. Así que me lo hice, extendí el brazo y cerré los ojos. El dolor no taladró mi fina piel, sino el cerebro. El tatuaje sólo es una marca en la piel, la tinta está implantada en mis recuerdos, su sangre está dentro de mi, corriendo por mis venas. Y Manu tiene la sangre de ambos. Me siento muy orgullosa de que Manu tenga mi sangre, y de que la sangre de Gyye sea parte de mi. Es como un regalo, un complemento más que no sabía que poseía.

Para mi es un detalle importante. Por eso, a partir de hoy, Manu y Gyye pasaran a formar parte de los redactores de este blog, para contar las historias que yo no pude presenciar.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Calero

Un coche, Mi padre, Manu y yo. Íbamos al cortijo de Luis... y de repente, vemos aparecer el coche blanco con Calero montado encima, es decir, en el techo. Y no se le ocurre otra cosa a Calero que saludar con la mano, como si fuese la reina de Inglaterra encima de su carroza. Yo me quedé flipando, pero mi padre más. No sé lo que mi padre pensó en ese instante, seguro que algo relacionado con drogas. Y ya, para rematar la faena, se baja Calero de un salto, se acerca al coche de mi padre y le estrecha la mano. Empezó a hablar con mi padre, así como habla él, con palabras de persona mayor, muy educado y amable.

Es que, vaya, ¿Qué cara se te queda al ver a un colgado en el techo de un coche, saludando como si le fuese la vida en ello, y luego el flipado se baja y se pone a hacer de persona mayor?, ¿Esa qué enfermedad es? Qué alguien me lo explique! Calero es así, a simple vista parece el más cuerdo de todos, una persona respetable y educada. Pero luego se le va la cabeza de una manera sobrenatural.

Orillas mojadas se han secado

Granada parecía distinta dentro de mi habitación, allí estaba a salvo de la guerra que fuera hacía estragos. Mi mente, afligida y asustada, se distraía observándoles a través de un cristal en la pared. Me sentaba en la cama, justo enfrente de las fotografías. Me encogía y metía las manos entre las piernas. Tragaba saliva y cerraba los ojos. Y luego, me tapaba la nariz y dejaba que sus manos se apoyasen en mis hombros, impulsándome hacia atrás, hacia el agua. Mi cuerpo se sumergía en el pantano. Sorda, muda ciega, abría los ojos y salía del agua levantando los brazos. Ellos, antes de que yo dijera nada, volvían a sumergirme. Veía a través del agua sus caras en la superficie, sonriendo. Escuchaba sus risas lejanas como el viento que sopla a través de las montañas y que secaba mi pelo al salir del agua. Y les observaba nadando y jugando desde mi orilla mojada. Nubes se ciernen sobre el paisaje, parpadeo y Granada me desvela, me trae de vuelta. Me levantaba de la cama y miraba fuera, el parque. Lloraba y la ciudad lloraba conmigo, con sus gotas de agua tan perfectas como ellos las salpicaban. Ya no puedo secarlas, ya no puedo llorarlas.

lunes, 22 de abril de 2013

Mujeres, hombres y viceversa.

No sé exactamente por qué lo hicimos. No sé exactamente quien tuvo la idea, aunque lo intuyo. Era una de esas noches en Hogwarts, en las que la locura nos inunda la cabeza, en las que se nos ocurrían ideas disparatadas que debíamos llevar a la práctica, porque no eramos cobardes, eramos inmortales.

Ya os digo, no sé a que mente enferma se le ocurrió. Además fue con premeditación alevosía, porque ya lo teníamos planeado de hacía varios días. Aquella noche, me llevé en la mochila vestidos y tacones, maquillaje y pelucas. Gyye, Manu y Calero se vistieron de tías. Y yo me puse la ropa de Luis y su gorra gris. Esa gorra dio muchas vueltas el verano de 2011.

Nos fuimos a la discoteca sobre las dos de la mañana, era una noche de entre semana en la cual la discoteca no se abría. Me encantaba esa discoteca cuando estaba vacía. Guardo muy buenos recuerdos de ese lugar. Daba miedo entrar de noche porque Luis tenía que ir a la barra a encender las luces, y en ese momento en el que iba te quedabas sola, expectante en medio de la oscuridad.

Esa noche Luis y yo nos peleamos. No recuerdo por qué... pero al final no se disfrazó, simplemente por joder o por rencor. Puso de excusa que iba a ser quien hiciera las fotos, fotos que al final se quedaron muy muy bien.

Gyye se flipó... Se puso mis tacones (que me los dobló), mi vestido azul y marrón y la peluca negra. Incluso se trajo de su casa un peluche pequeñito y se lo puso en las piernas mientras Luis le hacía fotos sentado en un taburete tocando mi guitarra negra. Calero también se flipó, a su manera pero se flipó. Se puso un sombrero gris (que también dio muchas vueltas ese verano), y mi vestido blanco de flores, que le dije que era de mi hermana y ya no se lo quiso quitar en toda la noche, al igual que Gyye... en qué nos vimos de quitarle la peluca. Manu fue el más tímido para eso, aunque fue el que mejor se pintó los labios, parecía una prima.

Luego, hubo un momento en el que Luis quiso hacer fotos "de seducción". Nos sentó en unos bancos y nos dijo que pusiéramos caras sexys, y posturas provocativas... Esas fotos... No sabemos donde están. O quedaron fatal y Luis las borró, o quedaron tan bien que Luis las tiene como un tesoro. Creo que quedaron muy mal, porque fue muy gracioso vernos así vestidos intentando seducirnos.

domingo, 21 de abril de 2013

Gyye


Conocí a Gyye un 13 de Agosto de 2009. Ahí se podría decir que empezó todo, con un fuerte estallido en el cielo. Un avión del ejercito rompió la barrera del sonido, nos pilló paseando por la calle. Gyye tuvo la misma reacción que yo, ninguno de los dos estaba asustado, a diferencia de todos los demás. Los dos estábamos ansiosos por ver si era una bomba o qué... Nos daba morbo pensar en algo grande, un atentado por ejemplo. 

Conectamos desde el primer momento. Sin embargo me daba miedo, era tan distinto a todo lo conocido. Tan real y tan de cuento. Tan distante y tan cercano. 
Teníamos nuestras rachas buenas y nuestras rachas malas, rachas de incomprensión y agonía que se ahogaban en el cerebro sin poder salir a la superficie. Largas horas pegados al ordenador hablando por el messenger. Viajes en autobús de poca duración, travesuras y trastadas, enfados y distanciamientos, momentos, secretos, silencios, proyectos... Hemos vivido mucho en muy poco tiempo.

Siempre que nos juntamos y el viento sopla a nuestra favor, se podría decir que vivimos momentos para recordar, instantes frenéticos imposibles de olvidar. Por eso, me acuerdo de casi todo, y por eso él se acuerda de todo.

domingo, 14 de abril de 2013

El coche de Luis


Una mañana nos levantamos en el cortijo y no había nada que hacer, estábamos de resaca o simplemente cansados. Apetecía estar al sol como los lagartos. Pero no, nosotros no eramos de esos que toman el sol. Luis aún no se había sacado el carnet de conducir, sin embargo conducía. Calero ya se lo había sacado, y Manu igual. Se nos ocurrió probar suerte fruto del aburrimiento matutino, e irnos con el coche, a conducir por los caminos. Se iban turnando: Primero Manu, después Luis, y luego Calero. Gyye y yo eramos los únicos que no teníamos ni idea, bueno, yo había conducido un par de veces con mi padre, al menos sabía arrancarlo.

- Venga Clara, que ahora vas a conducir tú.- Me dijo Luis animándome a coger el coche. Lo más lógico hubiese sido decirle que no, pero  hice todo lo contrario. Me bajé del coche y me cambié a la parte de delante, al asiento del piloto. Recuerdo que Luis iba a mi lado, Gyye justo detrás mía, y Calero y Manu en los sitios restantes. Me costó la vida arrancarlo sin que se me calara, pero al final lo conseguí. Eso me animó más aún, me subió la autoestima, ya que muchas veces a ellos ni siquiera les salía eso de arrancarlo.

Pisé el acelerador con fuerza y el coche salió disparado. Luis me miró con cara de asombro. Si, lo sé, soy un peligro al volante. Íbamos a mucha velocidad por caminos donde no se puede correr tanto. Estaba cegada por la velocidad, por el viento y por el sol en mi cara. No escuchaba a penas lo que los chicos me decían. Sé que Luis intentó frenarme pero fue en vano. Me metí en un bache y casi me cargo los bajos del coche. Sin embargo yo seguí como si nada, mientras que mis amigos se empezaban a acojonar cada vez más.
- Tío!!! Yo salto! Yo salto!!!!!!!!!!!- Gyye intentaba saltar por la ventanilla. Recuerdo que tenía la pierna ya sacada fuera del coche y que intentaba abrir la puerta. Ahí fue realmente cuando dije "Clara para, que ya no tiene gracia". Y paré. Frené con ayuda de Luis... con tal mala suerte que el coche se quedó muy cerca de un acantilado.
Manu se puso en el asiento del piloto para sacar el coche de allí, pero en vez de dar marcha atrás, pisó el freno. El coche se quedó mucho más cerca del acantilado. Ahí la verdad es que nos acojonamos todos, y automáticamente, nos bajamos del coche.
- Macho Clara, la que has liao, ya no vas a coger más el coche.- Me dijo Luis. La verdad es que yo me sentía culpable porque ninguno de los tres que conducían se atrevía a sacar el coche de allí. Estábamos a punto de llamar a Mike (que se había quedado durmiendo en el cortijo), porque su furgoneta era de gasolina al igual que el coche de Luis. Pero, de repente, le dio a Calero un ataque de heroísmo de esos que le dan de vez en cuando, se puso gallito y sacó el coche de allí el solo. Nosotros le aplaudimos como si hubiese hecho el acto más heroico que habíamos visto en nuestras vidas. Jamás volví a coger el coche de Luis.